Arbeca

La villa de Arbeca, situada en la comarca de les Garrigues, nace al pie de una colina de 357 m de altitud y crece a su alrededor. Actualmente (2016), cuenta con una población de 2.288 habitantes.

En la cima de la colina se encuentran los restos del antiguo y poderoso Castillo de los Duques de Cardona, que tiene su origen en una fortaleza árabe conquistada en la mitad del siglo XII. La población se fue construyendo resguardándose en su entorno.

En el siglo XVIII la propiedad del castillo está en manos del duque de Medinaceli, señor de Arbeca, quien introdujo en la villa – trayéndola desde Palestina- la variedad de aceituna arbequina, a partir de la cual se produjo el aceite de oliva de les Garrigues. La promesa de un real de vellón por cada olivo plantado impulsó el cultivo por toda la comarca. Esta variedad está considerada como una de les mejores del mundo, tanto por su producción y regularidad como por la calidad de su aceite.

Ya en el siglo XX, en medio del recinto histórico-artístico, formado por los restos de muralla del castillo y parte de una de sus torres, se construyó el colegio y su entorno se ha cubierto de vegetación.

En los pies del castillo y dando una vuelta por la villa, encontramos la Iglesia Parroquial de San Jaime, construida durante el siglo XVII y consagrada el año 1686, que tiene una planta de cruz latina de bellas y grandes proporciones. En las calles y plazas que la rodean hay pórticos, fachadas de piedra y escudos heráldicos, y rincones poéticos de regusto medieval, como la encrucijada porticada de la plaza de la Iglesia con la calle de Sant Feliu, o bién los pórticos del Esparter y del Duque de la plaza Mayor.

A 4 km de la villa se eleva, encima de una pequeña colina, la Capilla de San Miguel, antigua iglesia del desaparecido poblado de les Borgetes de Salena. Es una capilla románica, de planta rectangular, de una sola nave, protegida por tres contrafuertes majestuosos e iluminados débilmente por una original y artística ventana en forma de aspillera. En los últimos años se han hecho obras de acondicionamiento y se ha convertido en un paraje muy atrayente para pasar un día de recreo.

Andando 2 kilómetros en dirección a Juneda llegamos a la Fuente de la Juliana, un surtidor natural de agua excavado en el sustrato arcilloso basal que brota lateralmente y de forma ininterrumpida. La estructura, construida entre los siglos XV y XVI, consta de una cámara cubierta con una espléndida bóveda de piedra que, además de mantenerla limpia, reduce la evaporación y asegura su almacenamiento. Esta fuente aljibe de obra civil es el reflejo de un tiempo en que el agua era un recurso escaso y su provisión obligaba a invertir grandes esfuerzos para garantizar el abastecimiento. La obra de picapedrero es muy esmerada. Las obras de drenaje han permitido recuperarla y garantizar su conservación.

En medio del pueblo se encuentra un molino de aceite conocido como el Molino de Argilés, un molino que se ha podido recuperar prácticamente todo entero. Se encuentra en un recinto no muy grande, pero con unas moles de piedra que impresionan. Posiblemente es de principios del siglo XIX, y las prensas hidráulicas que se añadieron son de los años veinte del siglo pasado. El molino dejó de funcionar después de la Guerra Civil.

Al noreste del término encontramos la partida de los Vilars, topónimo que recoge, en este caso, la existencia de dos yacimientos arqueológicos: una villa romana sin excavar, prácticamente inédita, y un poblado de la primera Edad del Hierro -fortaleza construida alrededor del 750 a.C.- que llegó a la época ibérica hasta el siglo IV a.C., y fue abandonada poco después del 350 a.C. La gente constructora del primer poblado se instaló durante la segunda mitad de la séptima centuria, puede que hasta el tercer cuarto, y construyeron las viviendas y el sistema defensivo que tenía que protegerles: murallas, torres y chevaux-de-frise, y más tarde lo reforzaron exteriormente. La fortaleza constituye un conjunto arqueológico excepcional y único en nuestro país, que el año 1998 fue declarado bién cultural de interés nacional por la Generalitat de Catalunya. Desde 1985 se realizan anualmente campañas de excavación subvencionadas por la Generalitat, bajo la dirección científica de arqueólogos de la Universidad de Lleida. Los resultados obtenidos son espectaculares.

También en las afueras, situada en una colina enfrente de la villa, encontramos los restos de la Ermita de Santa Catalina, que parece que es de comienzos del siglo XVIII. Actualmente sólo queda de la antigua Ermita un pequeño recinto con una portalada de piedra, restos de paredes, la linterna y los pies de piedra para poner las cruces cuando se hacía el vía crucis por Semana Santa.